viernes, 20 de febrero de 2009

¿NIÑOS? SI, GRACIAS... (pero solo un rato).

Los niños, ¡ay los niños!, son un encanto… pero sólo un rato. Ves a un niño y es pura magia, hasta el más feo es guapo (de mayor esa magia puede desaparecer, y si no que se lo digan a Michael Jackson).

Os voy a contar un secreto, tenéis que saber aprovechar esos 15 primeros minutos que el niño te concede digamos, de “cortesía”, que es cuando parecen tímidos y no te miran directamente… Pero es entonces cuando caemos en su trampa: Intentamos aproximarnos y establecer el primer contacto con frases tan inocentes como “Qué niño/a más guapo/a”, “¿Cómo te llamas?”, “¿Cuántos añitos tienes?”… Ya has entrado en su mundo, es como establecer contacto con una comercial de esas que te endosan las tarjetas en los aeropuertos, ya no eres uno que pasaba por allí, ahora eres un objetivo.

Para los niños, una vez cruzado el umbral de defensa, eres un experimento con patas, presto a ser sometido a sus crueles pruebas. Realmente no sabes cómo, pero de estar bajo el regazo materno, de repente lo tienes en tu chepa gritando en tu oreja ¡ARRE BURRO! ¿Y qué sucede? Pues que lo que tienes ganas es de soltarle una coz y hacerle formar parte del gotéele de la pared, PERO como tienes clavadas las miradas de padres y de tu novia, pues sonríes y… cabalgas como un gilipollas. Una vez has hecho el payaso delante de amigos y familiares, miras a los padres con cara de súplica pensando “por favor, quítenme este tiranosaurus de la espalda”, pero no, los padres sonríen porque su niño está disfrutando y siguen a lo suyo. Tras haber galopado y tener las pulsaciones a 140 porque los niños de ahora son de la época McDonalds y pesan como un plomo, el niño vuelve a su mirada tierna y te dice: ¿Jugamos a otra cosa?

Claro, te enterneces y vuelves a caer como un burro. Y te dice, “pues venga, vamos a jugar a los médicos. Yo soy el médico y tú el paciente”, y tú “pero si no me duele nada”, y el niño que es sabio como él solo te arrea una patada en la espinilla con los zapatos duros del colegio con todas sus fuerzas, que ni a Messi le entran así. Total, te mareas y te dice “ya te puedes tumbar, que te voy a curar”. Del dolor que tienes te tumbas, y cuando aún te estás retorciendo de dolor, se te pone a saltar encima de la barriga y te sube todo lo que te has comido hasta la campanilla…

Finalmente pegas un berrido de auxilio que asusta al niño.

Justo en ese momento, entra tu novia, y se encuentra esa escena dantesca: “Tú retorcido de dolor, con la mano en la espinilla, la otra en la boca para no vomitar, y el niño llorando desconsoladamente encima de tu barriga”. Y ella… “De verdad, ¿pero qué le has hecho? Eres peor que los niños”. ¿Peor? ¿Peorrrr? Si no llegas a entrar, ¡me remata con el estoque que guarda debajo de la cama!

Eso sí, a pesar de todo, son adorables y un encanto, lástima que a los 14 minutos deje de jugar con ellos…

No hay comentarios: